Iker Casillas, guardameta icónico del Real Madrid, defendió la portería blanca durante cerca de 16 temporadas. En todas ellas dejó magníficas paradas y reflejos de escándalo que sirvieron para mantener muy vivo a su equipo en muchas ocasiones. Para todos los que han venido detrás ha sido un auténtico ejemplo a seguir. Un señor en la victoria y en la derrota. Al santo de Móstoles, también se le conocían ciertas manías que le hacían todavía más legendario. En No Te Enrolles os contaremos su preferencia por jugar con las mangas cortas y por preferir siempre lo hacía vestido de color verde como superstición.
Canterano y capitán del equipo, se convirtió en una pieza clave para todos los entrenadores que tuvo. Superó numerosas adversidades que nadie se hubiera imaginado e hizo todavía más grande el escudo que defendía. Debutó un 12 de septiembre de 1999 en la antigua Catedral de San Mamés, en un partido frente al Athletic de Bilbao. El primer entrenador que le hizo debutar fue John Toshack cuando el joven solo tenía 18 años, 3 meses y 23 días.
El color verde era su favorito
Aquel partido terminaba en empate a dos, pero tan solo había sido el comienzo de una etapa gloriosa. Lucía entonces el dorsal 27 y ya lo hacía con la peculiaridad de hacerlo de verde y con las mangas arremangadas, a pesar de ser la elástica de tiro largo. El color de su camiseta a pesar de tener pocas combinaciones de colores, también destacaba un color verde fosforito y brillante, ¿Podemos deducir que estipulo esas manías por costumbre? Desde entonces siguió la tradición siempre que la marca diseñadora se lo permitía.
Con la indumentaria de color verde, lo vimos jugar la final de la novena ante el Bayer Leverkusen, con esas paradas antológicas con los pies, lo hemos visto ser campeón del Mundo con España vestido de verde en la final sacándole un pie y una mano a Robben, también lució del mismo color en la décima con Ancelotti, cuando levantó la Champions al cielo de Lisboa. La lista es amplia en toda su carrera como deportista ha conquistado 25 títulos como profesional. Coincidán en casi todos que el arquero trataba de coincidir siempre con los mismos colores y con esa manga corta para todos los partidos.
Las mangas de la camiseta de Iker Casillas siempre eran cortas
En el caso de las mangas podía ser más por una sensación de comodidad por otra cosa. Con los brazos libres y llevando los guantes, el portero se podía sentir más liberado de movimientos. Así demostraba su agilidad como un gato felino que se lanzaba a por cualquier balón. Nunca ha sido de llevar camisetas térmicas debajo, sino que hiciera frío, lloviera o hiciera mucho calor, siempre quiso apostar por su fuerte convicción de lucir así bajo palos.
Hasta en Oporto, tras su etapa como madridista, también apostó por el verde. Un color que siempre le ha acompañado allí dónde ha ido. Quizá por este motivo, el verde ha sido un color que se ha instaurado siempre en la equipación del portero del Real Madrid. Si algo ha funcionado, para qué cambiarlo.
Otra de las cosas que le hacían diferente era una superstición muy peculiar. Cada vez que su equipo anotaba un gol, venía siempre a tocar la parte posterior del larguero de su portería. Le da un golpecito y tocaba madera, refiriéndose a la misma expresión para que ese resultado se mantuviera o incluso siguiera aumentando.
El guante de cuatro dedos
Aunque no es la única manía que ha tenido Casillas en su trayectoria. En el Mundial de 2006 el guardameta se dobló el dedo anular. Este se le salió de posición y esa molestia le obligó a jugar con un aparatoso sistema de hacerlo con los dedos pegados: el afectado y el corazón. Esa picaresca le sirvió para seguir jugando y parece que le gustó. Entonces la marca deportiva que le subministraba los guantes hasta le diseñó durante un periodo de dos años, un guante de cuatro dedos.
En el mundial de Alemania me doble el dedo anular. Más que doblar, se me salió. Durante 2 años estuve jugando con el anular y corazón pegados. Anteriormente me paso en el 2004 pero en la mano izquierda.
— Iker Casillas (@IkerCasillas) December 30, 2018
Otra de los grandes gestos que hacía de Iker un auténtico portero, era su naturalidad y apariencia física. Pasó bastante desapercibido sin llamar mucho la atención. No lleva ningún tatuaje dibujado ni tampoco ha sido fan de los pendientes o estilismos arriesgados con su pelo. Él lo único que quería era disfrutar del fútbol y hacer historia como tal. Sin miramientos ni objeciones a hacerle.